Ni turrón, ni medias con rombos, ni bombachas rosas ni malas imitaciones del muérdago. Lo que mas se demanda en esta época del año son asientos. Sí, asientos. En buses, en aviones, en barcos, en autos y en cualquier otro ingenio móvil que permita el traslado de personas (anque mascotas) entre un punto y otro del planeta, con el culo apoyado. Este éxodo generalizado, sólo comparable al vía crucis especialmente en sus estaciones más crueles, tiene por objetivo el reunirse con familiares con los que difícilmente uno se animaría a encontrarse en estado de sobriedad, atiborrarse de especialidades culinarias que bien podrían utilizarse como combustible de un trasbordador espacial pero que no se usan por su alto nivel explosivo, hartarse de historias que de tanto contarse ya no encierran gracia alguna y ser testigos, o protagonistas los menos afortunados, de verdaderas trifulcas entre miembros de una misma familia por cuestiones gestadas en el pasado y de importancia fundamental como por ejemplo, "otra vez tu cuñada lo único que hizo fue traer ensalada de fruta de lata y ni siquiera atinó a darme una mano a la hora de lavar los platos."
El día que sea presidente voy a sacar un decreto que ordene que todo el año sea agosto. Sabelo.
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