La lujuria es furtiva, impetuosa, oportunista, el pariente mal educado del amor. Y por sobre todas las cosas no merece formar parte de ese código civil de dudosa validez denominado pecados capitales. Y esto no lo digo (sólo) yo, sino el fulano del libro. Porque parece que si soy yo el que enuncia este tipo de verdades, mis palabras automáticamente pierden validez. Hemos dicho.
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