martes, enero 21, 2014

numb


De la India no sólo hemos recibido de herencia el curry y el yoghurt adornando el plato principal, sino también el sistema numérico arábigo (y después nos dicen que bajar películas de internet es violar los derechos de autor). Esos sencillos símbolos que van del 0 al 9, y cuyas combinaciones nos llevan al infinito mismo (aunque nunca nadie haya estado allí para comprobarlo), son los rectores de nuestras vidas. En números medimos las horas de sueño o insomnio. En números medimos nuestra permanencia en el planeta. Cuatro (he ahí número disfrazado con letras) son los números que tenemos que introducir en un cajero automático para descubrir que el saldo en nuestra cuenta es un número aún menor. En números nuestra altura, en números nuestro peso, en números nuestra identidad. En números nuestros orgasmos, en números nuestros divorcios. Hablar con alguien a la distancia precisa de un número (sino el de teléfono, el del CBU para el débito automático del servicio de internet). Viajar se mide en números, ya sea de días o de kilómetros. Para calificar tu vida con un diez o un cero, también precisamos de los números. Y lo peor de todo es que los números me acobardaron lo suficiente para desistir de estudiar arquitectura.

Es evidente que para los números soy un 0 y que debo estar o muy 14 o muy 22, para estar escribiendo en este blog a las 3:21 de acá (1 hora menos allá), pensando que me esperan apenas 5 horas de sueño, antes de recorrer aquellas 7 cuadras que me separan de volver a ver tu sonrisa, aquella sonrisa que me hace sentir de 10.

Haciendo carne la visión de Marshall McLuhan he vuelto desde una nueva tierra a este mundo cibernético que, como varios que conozco, no tiene patria ni razón. Espero que hagan lo propio. Have fun!


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