
Seguramente la mala fortuna que me persiguió en las últimas jornadas se distrajo haciendo su trabajo sobre varios de los miles de extranjeros que esperan subirse a un avión de Aerolíneas. Y a causa de ese desliz se ha concretado el sueño de unos niños que dejarán uñas y dientes en la puja por un lugar en la hamaca a la hora de la siesta. Felices los que no alquilan sin ver.